miércoles, 3 de diciembre de 2014

MÉTODOS DE TORTURA (Parte 7)

Látigos

Hay gran variedad de látigos. Entre ellos, los hay de dos, tres y hasta ocho cadenas provistas de abundantes hojas de acero y/o estrellas cortantes que se usaban y se usan para flagelar el cuerpo humano. Para desollar se utilizaban látigos de muy diferentes tamaños; gigantes como “el gato de nueve colas”, que podía lisiar un brazo y un hombro de un sólo golpe, o finos y pérfidos, como el “nervio de toro”, que con dos o tres golpes podía cortar la carne de las nalgas hasta llegar a la pelvis.


El látigo de desollar se empapaba en una solución de sal y azufre disuelto en agua antes de utilizarlo, lo que unido a sus estrellas lo convertían en una herramienta destructiva y muy útil para el torturado. La carne, al ser golpeada, se convertía en pulpa, dejando a la vista diferentes órganos internos.


La Jaula Colgante

Las jaulas colgantes eran armazones metálicos que quedaban suspendidos en el aire por un cable. Formaban parte del mobiliario urbano de los ayuntamientos, palacios y cortes de justicia de las ciudades europeas, hasta que poco a poco a finales del siglo XVIII decayó su uso. 

Éste era el lugar de honor de aquellos que hubieran cometido alguna acción, que tuviera que servir de escarmiento y ejemplo para el resto del pueblo; o a veces, cuando el pueblo requería justicia sobre algún hecho que hubiera conmovido a toda la comunidad, la manera de manifestar que la autoridad se encargaba de impartirla. El caso es que la víctima, semidesnuda, que quedaba condenada a morir de inanición, tenía que soportar las inclemencias del tiempo. En ocasiones, tenía también que compartir su jaula con gatos salvajes y otros animales que eran azuzados por los torturadores; otras veces, eran la gente del pueblo los que, entre otras cosas, lo apedreaban.

En la jaula colgante se encerraba a la víctima desnuda, la cual perecía por hambre y sed. Usualmente, las víctimas en las jaulas habían sido torturadas y mutiladas antes de introducirlas a las dichas anteriormente y sus putrefactos cadáveres se dejaban ahí hasta que se cayeran los huesos a pedazos. El macabro espectáculo se instalaba en lugares públicos a la vista de todos para que sirviera de advertencia, siendo los cuervos y otras aves carroñeras invitados especiales a esta festividad.


Referencias:

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